lunes, 30 de mayo de 2011

El vencido por los vencidos.

¿Dónde queda la compostura? ¿Dónde quedan los vencidos?

En el recuerdo... de un hospital vacío, lleno de vendas sudadas, con sangre. Unas palabras de consolación el primer día, de impotencia, de ánimos. Al segundo, ya nos hemos olvidado. Eso fue lo que les pasó a las víctimas de la guerra. Eso fue lo que me pasó a mí.

Tumbado, en la camilla, intentando recuperarme de las heridas de la guerra. Nadie vino a buscarme. Yo hice mal mi trabajo. Las enfermeras van y vienen, los médicos, con tablas en la mano, te marcan como si fueras sólo un nombre. Ellos deciden quien vive. Ellos deciden quien muere.

La guerra fue rápida y cruel. Todos íbamos emocionados al frente, luchábamos por nuestro futuro. Todos armados, todos arengados. Todos con ganas de ganar. No todos lo hicimos. Cuando quisimos darnos cuenta habíamos sido absorbidos por la masacre y la desesperación. Sudábamos sangre, vomitábamos las entrañas. Cada bala contaba, cada muerto, también. Cuando quise darme cuenta, rompimos el frente, el final estaba cerca. Poco antes de eso, me rendí. Totalmente quemado, cansado y desganado. Sí, me rendí. Otros lucharon hasta el final, quizás ahora lo estén celebrando. ¿Dónde va el vencido por los vencidos?

Yo sólo sé que aun estoy pendiente de los médicos.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Mamoneo


Esa es la consigna de mi alrededor. Lo que llevó a mis padres a huir hasta Mallorca y la principal razón por la que yo me iré en Septiembre de aquí, tenga plaza en Psicología o no.
¿Cómo podemos ser tan platonianos? Pregunto: ¿Cómo podemos estar en el derecho de decidir que está bien y que está mal simplemente por ser más? ¿Cómo podemos idolatrar a una persona e idealizarla a límite cuando x tiende a infinito?
Como si de un partido político se tratase. Donde el "iluminado" muestras sus ideas, y los demás se echan acuestas un trono para él. Si le gusta tu forma de pensar, o tu peinado, y te lo dice, ya puedes morir feliz. Todos le quieren, le adoran. Y si alguien va en su contra, afilan los dientes. El "iluminado" lleva la razón.
Mamoneo y soplapolleces. Esto es lo que se respira en Écija. Y yo soy su naufrago relativista y liberal.

lunes, 16 de mayo de 2011

La mayor prueba de Fe.

Napoleón decía que la batalla más difícil era aquella en la que uno lucha consigo mismo.

Y es que nosotros somos nuestros peores enemigos si no conseguimos vencer en esa ardua batalla, en la que tomamos las riendas de nuestro pasaje. La gente generalmente ignora esto, creen que haciendo lo que la sociedad dicta o ejerciendo esa sobre valorada (por demasiados) "madurez" que otra gente, por supuesto con más derecho que nosotros, ha delimitado a placer.

Lo normal es no confiar en el demente de Javi. No hacer caso de lo que dice. El advierte, pero hay que seguir a lo que va a uno. Es mejor no acercarse a él, dicen que si lo haces te conviertes en títere de madera o mandril y que te obliga a llevar un tutú. Aunque tenga razón, tu agacha la cabeza y no digas nada, y no vuelvas a escucharle.

Sí, más o menos eso suele pasar. Lo que más le cuesta admitir a la gente es que las cosas no salen siempre como queremos. Y que si queremos que ocurran tal y como esperan nuestros designios tenemos que hacer las cosas de una manera específica. Y si queremos prevenirnos de males futuros, hay que poner un parche. Lo peor es que muy pocos aceptan este hecho, y los demás patalean cuando ocurre.

Da igual lo que os advierta o lo mucho que intente ayudaros. Siempre estaré relegado a la undécima dimensión. ¿Cambiará algún día la hipócrita sociedad del egoísmo a la utópica solidaria camaradería?

sábado, 14 de mayo de 2011

Estás soñando

Capítulo anterior: ¿Quién soy?

Improvisas, no te queda otra. Suerte que has nacido para ello, y gracias, que también has nacido con una forma de ver las cosas más allá de lo simple y superficial, porque está claro que la realidad que estás viviendo ahora no es la tuya. Al menos, una parte que no viviste en particular.

Con mucho ingenio, le sacas el nombre a la camera aprovechando que le presentas a Lucía. Verónica, y su hermana melliza Jenny, detrás de la barra. Parece que regentan el local y que te conocen, pero no tienes ni idea de quienes son y lo que más te preocupa es que hablan de un acompañante, que no tardas en identificar como tu vecino, cosa que también confirmas los flashes que tuviste antes. Estuviste aquí con tu vecino, antes de matarlo, pero por alguna razón no recuerdas haber hecho nada de eso. Tu último recuerdo es el de tu vecino llamando a la puerta de tu piso, después de eso tirándolo al río. Algo pasó en ese intervalo de tiempo que has olvidado.

Lucía y tú os sentáis en una mesa. Extrañamente te has ido intuitivamente a la misma mesa donde tenías los flashes... es como si se estuviera repitiendo el proceso. Temes por Lucía, y no sabes muy bien como reaccionar. Pedís, y vas un momento a la barra a beber agua. Allí hablas con las mellizas. Bromeas con que te cargaron mucho los chupitos y que te has olvidado... Te dicen que la policía ha venido preguntando por ti y tu vecino muerto... Los sudores fríos vuelven.

Nota: Obviamente, no lleva el hacha.
Vuelves con tu chica. Hablando, de un parpadeo, no es Lucía. Es la chica de las babuchas de conejito. Sensual y femenina, con un aire de misticismo.

-¿Tienes miedo, Patrick? ¿Crees en la magia? -Te dice.
-¿Qui-Quién eres?

Parpadeas, vuelve a ser Lucía.

-¿Cómo que quién soy? ¿Patrick estás bien?

Te pasas la mano por los ojos. Dudas de ti, dudas de Lucía. Le haces una pregunta personal, y la pasa con éxito, pero su preocupación hacia ti aumenta. Tienes que intentar controlar la situación. Pero cuando vuelves a parpadear es tu  vecino, que parece que ha vuelto del baño, ya que te dice que se ha quedado seco.

Los ojos están apunto de salirse de tus órbitas, te pasas la mano por la cara, bañada en sudor, pálida. No sabes si tienes flashes, si tienes alucinaciones o si esto es un sueño... Sí, debe ser un sueño.

Capítulo siguiente: Pues, ¿Sabes qué?...

Pues, ¿sabes qué?...

Capítulo anteriorEstás soñando

Alterado, le dices a Lucía que no te encuentras bien, que debéis de iros al piso. Llegáis sin más percances. Hacéis el amor y la noche pasa sin llamar más la atención. Te levantas, el sol inunda con sus haces de luz la habitación, sientes que es un nuevo día, que todo ha acabado ya. Vas al baño y allí está el cuerpo, otra vez...No, no está, casi te lo habías creído, todo está limpio como lo dejaste. Viene la policía, como quedasteis. Esta vez no vienen con tanta confianza, te dicen que eres el principal sospechoso del asesinato de tu vecino y de otros altercados. Esos altercados obviamente no los has cometido, estás totalmente seguro, pero te acusan con el retrato robot de un testigo de no-sabes-donde que ni siquiera se parece a ti. O alguien te ha confundido con otro o te están inculpando algo. Sea como sea tienes que saber que coño pasó con tu vecino, es hora de seguir los pasos que seguiste aquella fatídica noche. Vuelves al bar, pero allí no saben nada, ni de donde fuisteis, ni quien es la chica de las babuchas de conejito. Sólo queda un lugar: El río.

Cuando estás allí encuentras el cuchillo con el que presuntamente acuchillaste a tu vecino. Cuchillo en mano, miras al río. Aprietas fuertemente el mango de cuchillo, intentas desesperadamente  recordar, y haciendo un esfuerzo mental prácticamente sobrehumano empiezas a recordar, pero parece que lo vives en ese momento:

Te encuentras en el bar, delante de la chica de las babuchas de conejito, tu vecino se ha ido al baño, y ella te pregunta:

-Dime Patrick, ¿crees en la magia?
-Creo en lo que sé y lo que aun me queda por descubrir, así que supongo que sí.
-La magia no existe... -Te dice casi en un tono infantil, como intentando aclararte esa pregunta, apoyando los codos en la mesa y su cabeza en las manos, inclinándola, como si le estuviera hablando a un peluche.
-Si dices que no existe quiere decir que existe, al negar su existencia debe de existir, porque si algo no existe no puedes negar su existencia, ya que no existe. -Le dices totalmente convencido, parece que las has sorprendido.
-Vaya... creo que sí eres lo que buscaba... dime, ¿Quieres la verdad? 

Estás convencido: esto es un maldito sueño. Así que si esa verdad es salir de él, ¡demonios! sácame. Así que le dices que sí. Lo siguiente que recuerdas, lo haces como si fueras un espectador. Te ves a ti mismo, como un autómata, acompañando a tu vecino, en coche, dirección al río. Durante el trayecto te cuenta que ha sido una de las noches más divertidas que ha pasado en los últimos meses,  y que ha descubierto a un gran amigo. Te cuenta, en calidad de confidencia, que su mujer lo maltrata y que tiene la intención de fugarse la mañana siguiente con su secretaria, con la cual mantiene una relación sentimental a escondidas de su mujer. Así que te agradece todo lo que has hecho por él, que ya te llamará algún día, y que es hora de que lo lleves a su casa. Ya habéis parado en el río, y esto último te lo dice mientras estáis observando la corriente. Una suave brisa nocturna se desliza por tu cuello, mientras tu le coges por la espalda, y deslizas su cuello por tu cuchillo, para terminar con una brutal puñalada descendente entre la clavícula y el cuello, mortal. Aparece la chica de las babuchas, te dice que estás a un paso de alcanzar la verdad. Que vuelvas a casa, que ya se ocupará del cuerpo.

-¡Hija de Puta! -Vuelves al momento actual.

¡Ella fue! Ella te hizo algo, ella hizo que cometieras ese acto atroz (¿o fueron tus ganas de hacerlo?). Tienes que encontrarla, y además de en el río sólo la has visto en otro lugar; el bar.

La luna creciente ya arropa el cielo con su manto de estrellas. En el bar, escondes el cuchillo en una de las cisternas del lavabo de señoras, allí nadie lo encontrará. Esperas en la barra, te tomas un chupito... lo necesitas. Y aparece la chica de las babuchas de conejito. Se te acerca, y le haces una señal para que salga fuera. La invitas a montarse en el coche y dais una vuelta.

-Has sido tú. -Le dices.
-¿Yo? No... yo no he hecho nada. -Dice entre risitas.
-¿No decías que te encargarías del cuerpo?
-Y eso hice. ¿No te ha parecido divertido? -Siguen las risas.

Estás un poco cabreado. Te está tocando los cojones, pero por alguna razón sabes que no puedes hacer mucho más. Paras el coche. Total, esto es un maldito sueño.

-Bien. Entonces, ¿Ya he dado el último paso hacia la verdad?
-Bueno... aun te queda una cosilla. ¿Crees en los vampiros?
-¡¿Vampiros?!

Esta tía está zumbaísima... Te mira fijamente, y te quedas estático, se te acerca poco a poco hasta estar frente a ti.

-¿Tienes miedo de la verdad? - Te dice, más serena.
-N-No... ¿Qué vas a hacerme?
-¿Crees que voy a matarte, verdad? -Te dice con una sonrisa.
-No. No creo que vayas a hacerlo.

Suelta una risotada corta.

-Pues, ¿sabes qué?... Vengo a matarte.

FIN


¿Fin? La muerte sólo es el comienzo...

sábado, 7 de mayo de 2011

¿Quién soy?

Capítulo anterior: ¡Sorpresa!

Le cuelgas a Lucía. El día no podía empeorar más por momentos, o eso crees. Piensas rápido, actúas rápido. Ya no puedes tirar el cuerpo al río como tenías pensado hacer, no te da tiempo, y por la noche no podrás hacerlo si tu chica está contigo a menos que... se lo cuentes... NO, de ninguna manera, no puedes involucrarla. Lo mejor será dejar el cuerpo el piso hasta el día siguiente. Tampoco, el olor no podrías disimularlo así que... Compras algunos materiales de jardinería, entre ellos, pala, estiércol, sosa caustica... Sólo te falta una caja. Lo harás pasar por un paquete de correos gigante hasta que puedas enterrarlo en el infierno.
Vas a una empresa de mensajería privada, ahí es más probable encontrar cajas de gran tamaño.
-Disculpe, ¿Tendría una caja grande? Es para transportar...
-¿Eres otro de los del museo? ¿Os habéis olvidado una caja?
-Eh... sí, soy del museo. Es que necesitamos una más.
-Según esto se os han enviado todas, si te doy otra deberéis pagarla como extra.
-Cla-Claro, apúntelo a la factura del museo, no se preocupe.
Te dan lo que parece un ataúd... o un sarcófago... de una mezcla entra cartón y madera. Es perfecto, pero viene desmontado y parece muy pesado. En tu casa montas la caja y metes al fiambre dentro. Hiede a perros muertos o peor. Pero no puedes llevarlo por ti mismo, blandengue. Te queda poco más de una hora...
No te quedan opciones: "Ding-Dong"
-¡Eh vecino! Soy Patrick, tu vecino de arriba (no se lo vas a pedir a la de enfrente que es la viuda del muerto que tienes en tu casa) Verás, tengo un paquete de cosas de campo para mi madre pero no puedo llevarlo solo, ¿me ayudas?
-Claro hombre, espera que llamo al Calvo para que nos deje usar el monta cargas.
-Bueno, no hace falta, entre tú y yo...
Se va. Hijo de Puta... Viene el Calvo. Usáis el montacargas. Disimulas lo que puedes... y te sale bien. Al parecer el Calvo también tuvo que mandar algo parecido de carnaza para la carnicería y confirma el mal olor, lo que hace disipar cualquier sospecha. Pero ni entre los tres sois capaces de subirlo al coche. Por suerte un buen samaritano que iba por la calle os ayuda a meterlo. Huyes... huyes a un bosque cercano en coche, ya sólo lo arrastras y cubres la caja con tierra y hojas para camuflarla, te queda el tiempo justo para recoger a tu chica... Ya parece todo tranquilo... Mañana con más calma lo enterrarás y todo esto habrá pasado.
Mientras te montas en el coche, te vienen a la mente unas imágenes: Eres tú, con tu vecino muerto. Estáis comiendo en un bar-restaurante. Parecen ser los momentos previos al terrible desenlace. Tu no recuerdas nada de eso, ya te encontraste al muerto en la bañera. Tus últimos recuerdos fue que lo tiraste al río tras un arrebato de... ¿locura?. Pero después estaba en la bañera. ¿Qué tiraste? o... ¿Quién?. Vuelven los recuerdos: De repente, tu vecino es una chica, parece otro recuerdo distinto, pero es el mismo lugar, las mismas posturas. Una chica estrombótica, mal vestida, que lleva babuchas de conejito. Te susurra:
-¿Crees en la magia?
Todo te parece muy extraño. Estás descolocado, desorientado. Respiras un poco y vas al aeropuerto. Una extraña sensación te invade, pero tienes cosas más importantes en las que pensar. El muerto, tu chica, los policías... Vas y recoges a Lucía, te parece más guapa que de costumbre, será que llevas semanas sin verla. Te dice que ha venido antes porque ha conseguido trabajo aquí, en Glasgow, que es la corresponsal, que no tenéis que volver a los Estados Unidos. Decides no llevarla al piso directamente, cenar en un buen restaurante; marisco, champán, un día es un día. Pero sin saber muy bien la razón paras enfrente del bar-restaurante del recuerdo que tuviste antes. Cuando lo ves, un poco extrañado te preguntas cómo has acabado aquí. Te haces el loco y le dices a Lucía que ya has estado antes y que se come muy bien, aunque tú no recuerdas haber estado jamás excepto por el flash de antes.
Cuando entras, una camarera de atributos sexuales muy marcados se te acerca con confianza.
-Eh! Patrick! ¿Cómo estás? ¿Hoy no vienes con tu amigo? 
Parece que te conoce desde hace años y tú es la primera vez que la ves. Paralizado, como si te acabaran sacar de estar criogenizado miras al infinito. Tu respiración se acelera, exagerando el movimiento de pecho, y tu expiración se entre-corta durante unos segundos. Muchas preguntas empiezan a disiparse de la cabeza, quedando sólo una. Probablemente la pregunta que más temes hacerte.


Capítulo siguiente: Estás soñando

viernes, 6 de mayo de 2011

La ola.

La ola es una película alemana, muy interesante. Os la recomiendo encarecidamente, pues me ha inspirado en esta entrada.

No sé para que la veo. Me he pasado el 90% de la película con ganas de estar ahí y fomentar una revolución, hasta que he visto el final. Ojalá nunca tenga que satisfacer mi espíritu revolucionario, ojalá nunca tenga que luchar contra regímenes opresores, fascismos. Espero que jamás tenga que ser un guerrillero, que jamás deba luchar por la libertad. Porque ese día, el día que deba ponerme en pie para reivindicar derechos fundamentales, para defender la libertad y la igualdad, el día que deba usar la violencia para protegerme a mí o a otros de los violentos. Ese día. Habremos perdido todos.