Trágica realidad
Unos susurros me despiertan. Con lo mucho que me cuesta dormir, siempre tiene que haber alguien esperando al oportunidad de quitarme las pocas horas de sueño que el cuerpo me permite. Me despejo los ojos, pueden ser saqueadores. Me ilumina la pálidad luz de la luna. Parece que me enfoca, me protege. Sus haces de reflejos iluman la vieja ciudad, quebrantada por el horror, espejo de una época de auge. Aunque el fin del mundo es al fin y al cabo lo mismo. Diferente mundo, mismas reglas.

Al parecer, un grupo de jóvenes, prácticamente de mi edad, decidió acortar por una obra. Locos. Uno se ha clavado uno de esos grandes tornillos que se usan en el hormigón armado. No parece una herida grave, sin embargo, los otros le miran con melancolía. Se susurran varias cosas que no puedo llegar a escuchar, estoy a demasiada altura. Pero el chico atrapado, grita.
-Hacedme un favor, No me abandonéis.
Empieza a sollozar, mientras sigue suplicando por su vida. Triste. No puedo evitar la comparación con los grupos de amigos de los "buenos tiempos". El débil, siempre, en cuanto se tiene oportunidad es desechado. Se oyen ruidos de motores a lo lejos, parece que han despertado a quien no debían. Los otros se ponen nerviosos, sus rostros lo reflejan todo. Salen corriendo sin mirar atrás. El chico atrapado grita aun más fuerte. -"Callate loco insensato"- Me replanteo bajar a ayudarle, pero entonces seré yo quién cargue con él. ¿Soy yo igual que ellos?
Los motores se acercan. Será mejor que me vaya. Con sus gritos no voy a poder recobrar nuevamente el sueño. Sólo espero que los saqueadores le encuentren antes que los canívales.
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