domingo, 24 de julio de 2011

Lluvias de otoño

Aquellas personas que escriben seguramente lo sepan. La inspiración es una consolación, que viene cuando estamos sufriendo los momentos tristes de nuestra existencia, o una iluminación cuando los más felices afloran.

En el segundo caso, escribir es como una válvula de escape donde podemos liberar esos sentimientos que parece que nos van a estallar. Que necesitamos contárselos a alguien, con esa sonrisa tonta y esa emoción que aflora por cada poro de la piel. Cuando las estrellas parecen brillar más, la luz de la luna baila con ellas y el sol nos inunda de frescura. En el primero, son como gritar al aire, desgarrando con las palabras para intentar abrir un hueco por el cual ver la luz que hemos perdido tras el velo de tinieblas que nos ahoga y nos asfixia, nos cohíbe, nos consume y desgasta. Porque las palabras son libertad, y aferrarnos a ellas resulta ser la mejor vacuna.

Nunca hay calma en el desierto de la confusión veraniega, y las purificadoras lluvias de otoño parece que se retrasan un día, y otro, y otro... Pero al igual que las estaciones, cambiantes, dinámicas, las personas también cambiamos, las circunstancias son dinámicas. Y la inspiración puede venir a consolarte, o puede venir a iluminarte.

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