Fue entonces cuando recibimos la recompensa por el castigo infligido, y todos allí nos reencontramos con nuestra meta, donde los sudores desparecían y los estómagos se calmaban. Allí era donde los ojos brillaban con más fuerza que el sol, donde las sonrisas y abrazos de la victoria cobraban un ansiado protagonismo, que ni el lado más doloroso de todo podía tumbar. Pues no todos lo habíamos conseguidos. Allí también había algunos que buscaban a sus combatientes, que no llegaron. Llorando, de impotencia y melancolía, se tiraban al suelo derrotados. No podía evitar mirarlos con pena, agradeciendo a los cuatro vientos no compartir su aciago destino. A mí ahora me aguardan otras batallas, pero sobretodo, la gloria de los supervivientes, que ni es gloria ni victoria, sólo ganas de vivir y seguir adelante. Una mirada de tristeza por los que no han podido tener un futuro, y una de esperanza por aquellos a los que la vida no les ha derrocado aun.
Fin